Aunque son muchos los colectivos que luchan por erradicar situaciones de marginación creando programas para atender los casos más urgentes, es tanta la población con necesidades que no se llegan a alcanzar y cubrir los problemas.
Yo digo siempre que ser solidario no es una opción meditada sino una manera de ser, un estilo de vida; ser solidario es despertar a la realidad, descubrir que existen todo tipo de inconvenientes; ser solidario tiene a veces el sabor amargo de no poder hacer algo más; ser solidario es tener la conciencia rebelde; ser solidario implica a ratos, coraje, inquietudes y fortaleza de espíritu tan importantes en la vida y en el trabajo a la hora de faenar en todos los frentes. Ser solidario se contrapone a la publicidad que nos habla de gastar, no de ahorrar, ahorro para la generosidad si no fuera así, no sería ahorro sino avaricia.
El derroche es cada vez más escandaloso si nos referimos a la cantidad de productos alimentarios que acaban en la basura. Leía hace tiempo en la prensa cosas que no se olvidan: “hace medio siglo cuentan que en España se iba al colegio con los zapatos en la mano para no gastarlos y hoy esa situación se ha invertido, cambiando de calzado con tanta frecuencia como cambia la moda de cada temporada, que tenemos muchas cosas superfluas mientras que otros carecen de lo necesario y todo va asumiendo día a día grandes proporciones en todo el planeta”.
Son muchas las causas por las que millones de personas se encuentran abandonadas a su suerte, no poseen nada, son lo que llamamos desamparados, ellos también tienen cerca vecinos y comunidades y sería injusto decir que no tienen compasión pero donde falta lo necesario para casa no se puede repartir mucho con los de fuera.
Hemos llegado a creer que acumular es bueno, hemos corrido detrás de los puestos de trabajo que proporcionan más dinero pero la “vida” no está allí donde creíamos sino en denunciar las injusticias que hemos tenido la suerte de no padecer por el simple hecho de haber nacido en esta otra parte del mundo. Un mundo que ya no tiene ojos para la sencillez y en el que se lleva un tren de vida del que pensamos que tenemos derecho, pero quizás deberíamos de cuestionar si realmente nos pertenece por justicia. Aquí siempre cabe la excusa de que no tenemos tiempo, es cierto que estamos muy ocupados, pero nos cuesta admitir la gratuidad, el poder entregarte sin pasar factura.
Yo digo siempre que ser solidario no es una opción meditada sino una manera de ser, un estilo de vida; ser solidario es despertar a la realidad, descubrir que existen todo tipo de inconvenientes; ser solidario tiene a veces el sabor amargo de no poder hacer algo más; ser solidario es tener la conciencia rebelde; ser solidario implica a ratos, coraje, inquietudes y fortaleza de espíritu tan importantes en la vida y en el trabajo a la hora de faenar en todos los frentes. Ser solidario se contrapone a la publicidad que nos habla de gastar, no de ahorrar, ahorro para la generosidad si no fuera así, no sería ahorro sino avaricia.
El derroche es cada vez más escandaloso si nos referimos a la cantidad de productos alimentarios que acaban en la basura. Leía hace tiempo en la prensa cosas que no se olvidan: “hace medio siglo cuentan que en España se iba al colegio con los zapatos en la mano para no gastarlos y hoy esa situación se ha invertido, cambiando de calzado con tanta frecuencia como cambia la moda de cada temporada, que tenemos muchas cosas superfluas mientras que otros carecen de lo necesario y todo va asumiendo día a día grandes proporciones en todo el planeta”.
Son muchas las causas por las que millones de personas se encuentran abandonadas a su suerte, no poseen nada, son lo que llamamos desamparados, ellos también tienen cerca vecinos y comunidades y sería injusto decir que no tienen compasión pero donde falta lo necesario para casa no se puede repartir mucho con los de fuera.
Hemos llegado a creer que acumular es bueno, hemos corrido detrás de los puestos de trabajo que proporcionan más dinero pero la “vida” no está allí donde creíamos sino en denunciar las injusticias que hemos tenido la suerte de no padecer por el simple hecho de haber nacido en esta otra parte del mundo. Un mundo que ya no tiene ojos para la sencillez y en el que se lleva un tren de vida del que pensamos que tenemos derecho, pero quizás deberíamos de cuestionar si realmente nos pertenece por justicia. Aquí siempre cabe la excusa de que no tenemos tiempo, es cierto que estamos muy ocupados, pero nos cuesta admitir la gratuidad, el poder entregarte sin pasar factura.
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