Mi edad, señores, 6 años.
"Y llegó el día en que el riesgo que corría por permanecer dentro del capullo era más doloroso que el riesgo que corría por florecer". Anaïs Nin. Escritora.
Retrato pintado al pastel por mi amiga bloguera Olga Díaz
Sin edad, con el miedo en el alma por lo que no se sabe, y sin más horizonte que esos ojos, tantas veces empañados de lágrimas, la niña del retrato, la de hoyuelo en la barbilla, esa rosa entreabierta, sintió que nacer era en cierto modo algo angustioso, nadie le dijo que tendría que bloquear recuerdos pasados, que los tiempos podrían ser tortuosos, que en algún momento de su existencia se encontraría con situaciones y personas que no comprendería y que con los años aprendería que el tiempo no hace de guía. Al fin se deshizo de lo que no le gustaba y lo apartó, el mundo era raro. Más tarde comprendió que no siempre al entendimiento se llega por las palabras, que esperando te cansas y te duermes y es mejor dejar de enojarse y de afligirse tanto.
No sabía que su época sería la de los grandes trastornos, ni que mañana podían venir a poner en peligro el futuro de todos, tampoco le explicaron que un día se le acabaría la necesidad de seguridad infantil y comenzarían los desafíos, las aventuras, las tormentas. Esta niña no estaba preparada para caminar por la selva, había más lobos de los que suponía, eran duras las subidas, empinadas las cuestas y encontraba demasiada maleza, pero se fue haciendo ágil, despierta, firme, capaz. La vida la hizo fuerte y cuando por alguien no fue aceptada, toleró, consintió, soportó, sobrevivió.
A veces no supo volar, se quedó agazapada y en las horas lluviosas, se resguardada bajo la sombra protectora de unas hojas, en ocasiones evitó los pantanos, y las más veces, no se defendió de las fieras, pero hasta hoy, no le pasó apenas casi nada, como si alguien invisible le procurara sus favores y la guiara por esta senda. Loli
Aquí mis botas usadas llevan un mensaje que permite muchas lecturas, tierra fértil, cultivo, ganas de andar. Jarrón para mis flores de cumpleaños, las "siemprevivas", sencillas, diminutas, sin olor, pero vistosas, casi eternas, capaces de desarrollarse en terrenos inhóspitos, sin exigir cuidados, soportando adversidades, exceso de agua y sequías.
Simbolizan fuerza, determinación, coraje y entrega.
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