Repite: El mundo está en paz y yo también

Repite: El mundo está en paz y yo también

jueves, 3 de mayo de 2018

¡¡RECORDAD A ZARAGOZA!!


Aquí quiero mostraros la Recreación de los Sitios de Zaragoza, que se celebra todos los años por estas fechas, con un despliegue fidedigno de material, indumentaria y uniformes de la época, también podemos ver la actitud del pueblo y de las tropas. Afortunadamente esto sólo es una representación que no muestra la lastimosa y real visión, en su aspecto más penoso, de lo que es un conflicto bélico y una ciudad arruinada.


Canta una jota:  Aquel que quiera saber / lo que Zaragoza vale / que pregunte a los franceses /que los franceses lo saben.  

Hoy vengo con una entrada de un hecho histórico que durante la Guerra de la Independencia vio involucrada a mi ciudad, guerra que comenzó en verano de 1808 y que como todas, guardó sus secuelas profundas durante muchos años.  "La victoria da pena" es la última frase de la carta del Mariscal Lannes ante una Zaragoza desolada, carta que siempre me ha conmovido por venir de alguien que desde el otro lado, no cumplió lo prometido, pero si se mira bien, después de una contienda hasta la victoria es un fracaso. 


Llegaron hasta el Palacio de la  Aljafería, para ver esta representación, un buen número de franceses, lo sé porque conversan entre ellos a mi derecha, a mi izquierda hay niños zaragozanos que no se explican cómo en esta película en vivo y en directo, no hay heridos en camillas, muertos en las calles, vendajes ensangrentados y gritos de dolor, uno le pregunta al otro "¿Quién va ganando?" y el otro responde:  "Yo no sé quienes son los malos", mientras enfocamos la cámara y escuchamos la conversación infantil, nos evadimos de la gravedad de los acontecimientos pasados, estos niños tampoco saben que existe un barrio en Zaragoza con el nombre de Bombarda, una pieza de artillería


Este es el día de la capitulación, que fue aceptada aunque hay que decir que Zaragoza nunca se rindió, sino que se entregó a cambio de una serie de concesiones que después serían incumplidas.


Ya en su momento, Palafox aquel que propuso defender hasta la última tapia, se niega a negociar esa rendición con la famosa frase: "¡Después de muerto, hablaremos".  



Podemos ver en mis fotos: cañones y banderas, barricadas con sacos, artillería y fusiles, los trajes típicos aragoneses y las mujeres con la moda afrancesada.


Zaragoza era en aquellos días, la Florencia de España, modelo de urbanismo para otras ciudades, cuentan que los viajeros de la época se maravillaban y  después del desastre, no quedó nada de su encanto.  Tuvo que defenderse con gran valor del ataque francés, no se esperaban tal bravura por nuestra parte, ni se merecía  Zaragoza el gran sufrimiento de toda la población civil, la falta de víveres, las terribles condiciones higiénicas y el tifus.  Se dice que los franceses querían ocupar las villas agrícolas más ricas, para cobrar impuestos y abastecerse de los productos.  Otra versión nos cuenta que a los caciques no les interesaba que el gobierno francés llegara con su ilustración, su cultura europea y su modernidad, de darse esto, se acabaría el poder gobernar unos pocos a la gran mayoría.  


Sería largo enumerar a todos los personajes ilustres, de sobras conocidos dentro y fuera de Aragón, así como a los presbíteros Sas y Boggiero, sacados de su casa en plena noche, asesinados a bayonetazos y arrojados al río Ebro, o al Padre Consolación, asesinado y arrojado al Canal Imperial. Tampoco podemos olvidar el papel que representó la Madre Rafols, organizando un Hospital de 6000 enfermos, en aquellos días con varios brotes de peste, rescatando objetos artísticos, solicitando ayudas y víveres tanto a un bando como a otro, pero mientras ella junto con las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, congregación de la que fue cofundadora y superiora curaban a los enfermos, el Padre Juan Bonal pedía limosna por toda España para los afectados de la guerra.



En esta foto vemos la vestimenta de uso cotidiano y de días especiales.  Fue la época del vestido imperio y del romanticismo temprano.  Las mujeres con el pelo recogido y algún bucle.  Usaban camafeos, collares de perlas y querían parecerse a las esculturas griegas.



He leído que los franceses no llegaron a cumplir sus promesas de arrastrar a la Virgen del Pilar por las calles pero sí saquearon el tesoro del templo, los archivos de la Diputación y las pinturas de Goya de la iglesia de San Fernando, que todavía no han aparecido, con la guerra se perdieron en poco tiempo, conventos, palacios, casas solariegas, lo que no se rehabilitó se derruyó y quedó bajo escombros.  Entre minas, bombas, rapiña y fuego, es mucho lo que se perdió en el terreno artístico en los dos asedios de la ciudad, verdaderas joyas que demuestran la grandeza de nuestro antiguo Reino







Chicos muy jóvenes, gente de toda edad y condición, la mayoría con ropa de campesino, oficiales montados en mulas o burros, en definitiva una ciudadanía que al ejército francés le pareció pintoresca y de la cual llegaron a decir que había dado grandes apuros vencer a esa chusma.  El caso es que si hubo 50.000 muertos y la ciudad contaba con 46.000 zaragozanos, se entiende que el resto de los caídos fueron invasores y que en Zaragoza no quedó casi nadie, por tratarse de una lucha casa por casa y cuerpo a cuerpo, y no solo fueron soldados sino la población y la gente de los pueblos vecinos que llegaron para ayudar, hasta que un día la ciudad exhausta fue incapaz de seguir luchando.






 Zaragoza seguía encerrada en sus murallas, con calles de tierra, viviendas sin desagües, sin agua corriente, sin luz eléctrica que iluminara la ciudad. 



Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestros enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha..... El sitio de Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores ... ¡Qué guerra! ¡Qué hombres!..... ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La victoria da pena.
Mariscal Jean Lannes






Las muertes se deben a la batalla en sí, a la falta de alimento y a las malas condiciones de vida, pudiendo ser tanto muertes de militares como de civiles, del propio país o de los países que intervienen.  Se produce una tensión permanente, hay desaparecidos y entre los motivos figuran los económicos, políticos o religiosos, las consecuencias ya las sabemos.



Un 27 de junio, por culpa de un cigarro, estalló el polvorín donde se almacenaban las municiones de la ciudad en el Seminario de San Carlos, causando graves daños al barrio de la Magdalena. 







Leyendo ética y filosofía política encuentro que se admite en todo ciudadano la defensa de su territorio. El hombre sigue respondiendo a la guerra con guerra y a la violencia con violencia.  Los personajes conocidos como pacifistas radicales, siempre han elegido por decisión personal, no tomar las armas bajo ninguna circunstancia, con el principio ético-religioso de un mandamiento que dice: "No matarás". En la historia hemos visto como nadie se ha arriesgado más a morir de forma violenta que un pacifista radical, de esa suerte no se han librado los más grandes.


Hoy en día se fomentan los patriotismos que trastornan a la gente como en una especie de enfermedad mental, lo mismo que sucedía con aquellas guerras poco tecnificadas, de los primeros pobladores de la Tierra.
Quizás sea cierto que la persona que no está en paz consigo misma, será una persona en guerra con el mundo entero y son las guerras las que expresan poderío nacional y sometimiento de un pueblo a otro, con un detonante que ha podido estar latente durante mucho tiempo, ya sea una postura política enfrentada, el interés por expandir los dominios, la rivalidad colonial entre estados, la consecución de un bien, un territorio, un legado, la presencia de una religión sobre otra, o la defensa de un credo.


En este caso, Napoleón se presentaba a sí mismo como amante de la paz, pero era un conquistador y un conquistador no puede pretender entrar en otro Estado y no encontrar oposición alguna, por eso no quedó otro remedio que aceptar la lucha y prepararse para ella, aunque no quede más relación afectiva que el odio, así como un bienestar  y progreso suprimidos.

Hemos de encontrar la manera de erradicar tanta ambición y tantas luchas en las sociedades y de tener convivencias menos conflictivas, considerando la paz como un asunto de gran interés, porque con la paz se hacen las paces y ella nos lleva a sentir el equilibrio interior y la buena avenencia.





Para pasar el Ebro, los franceses construyeron en una noche un puente con gruesas vigas; zapadores e ingenieros organizaban las minas subterráneas y las trincheras, volaron el monasterio renacentista de Santa Engracia e incendiaron el convento de San Francisco.

Es una utopía creer que si las civilizaciones mejoran, se acabará la destrucción, dice F. Fernández Buey en algún artículo muy interesante, y no le falta razón, cuando asegura que no es posible erradicar la guerra del panorama humano, y que la guerra es la continuación de la política por otros medios. 


Si las guerras no existieran en el hombre primaría el amor, la comprensión, el diálogo, la equidad, el respeto, la responsabilidad, la solidaridad, el perdón, la tolerancia y el sentido común, todas ellas son palabras ideales que si no se sienten ni practican, no erradican nada.  Es injusto que una nación intente atacar a otra, pero se admite moralmente la defensa propia, es más, aún hay algo más importante, el deber de procurar la paz y que ésta se extienda por toda la Tierra, así consideramos la guerra como la fuente de todos los males, como algo corrupto, egoísta e inaceptable, sin embargo, renunciar a entrar en conflicto, desgraciadamente no garantiza la paz indefinida.

No hay nada mejor que despertar en casa y descubrir que no hay bandos de disputa, que seguimos en familia, que la vida sigue viva, que no educaremos  para la venganza a ninguna generación, que la serenidad nos cubre y la paz no vuelve a ser como antes, porque nunca se perdió.

Hay que agradecer a quienes han escenificado estos actos de homenaje por toda la ciudad, con réplicas exactas y cuidando el mínimo detalle, porque rememorar estos episodios acaecidos en Zaragoza, es el fin de un estado de servidumbre, sinónimo de justicia, libertad pura y dignidad.