Muchos se preguntan por qué no hablo de Haití y es que no saben que yo no he visto ninguna imagen sobre los atentados del metro de Madrid o sobre el de las torres gemelas, hace mucho tiempo que dejé de ser espectadora de estas gigantescas desgracias y como dijo García Lorca:
“ que no quiero ver la sangre, que no quiero ver el chorro, cada vez con menos fuerza...”. Betty Misiego cantaba "me da pereza abrir la boca para decir lo mismo que dijeron tantos" y algo parecido debe sucederme.
Me produce vértigo y hastío ver la desmesura, mi cabeza no responde al daño en sí y a la cantidad de incongruencias ocurridas sin detenerse, pronto para ayudar a un vecino necesitaremos un permiso y sin él contemplaremos su agonía viendo como su vida se escapa por un permiso que no llega, porque la noticia para serlo precisa de luces, voces, pitos, olores, avisos, roces y cruces que nos hacen sentir vacíos, cansados, sin ganas de hablar; uno siente que no siente nada, cuántos desarrapados, cuántos atropellos, cuántas incoherencias, cuánta proliferación de odio unas veces y de no hacer nada otras tantas. No es extraño leer en algún libro que algunos países luchando por su liberación e independencia incluyen un acentuado carácter de hostilidad hacia el hombre blanco.
De nuevo los premios fotográficos, los documentales filmados para adelantarse al otro, los libros que verán la luz con todos sus errores de apreciación, libros sin gestar como partos prematuros.
La cabeza está sometida a bastantes estímulos impredecibles, acostumbrada al ¡¡pobrecitos!! pero resulta que yo oigo aunque no veo y lo que oigo me muestra que somos monstruosos, sin entrañas y Haití un lugar más al que añadir horrores y pecados exógenos y endógenos.
En nuestro paraíso hay cafés, tiendas de moda, restaurantes, comodidad y buen gusto. Haití también tiene café, clima excelente, ricas maderas y jugosos frutos y entre el cielo y el infierno del primer mundo viven los que tienen que pagar su diminuto piso juntando dos sueldos, son los obreros de la escala más baja, con dificultades para llegar a fin de mes, es decir, la mayoría.
Me produce vértigo y hastío ver la desmesura, mi cabeza no responde al daño en sí y a la cantidad de incongruencias ocurridas sin detenerse, pronto para ayudar a un vecino necesitaremos un permiso y sin él contemplaremos su agonía viendo como su vida se escapa por un permiso que no llega, porque la noticia para serlo precisa de luces, voces, pitos, olores, avisos, roces y cruces que nos hacen sentir vacíos, cansados, sin ganas de hablar; uno siente que no siente nada, cuántos desarrapados, cuántos atropellos, cuántas incoherencias, cuánta proliferación de odio unas veces y de no hacer nada otras tantas. No es extraño leer en algún libro que algunos países luchando por su liberación e independencia incluyen un acentuado carácter de hostilidad hacia el hombre blanco.
De nuevo los premios fotográficos, los documentales filmados para adelantarse al otro, los libros que verán la luz con todos sus errores de apreciación, libros sin gestar como partos prematuros.
La cabeza está sometida a bastantes estímulos impredecibles, acostumbrada al ¡¡pobrecitos!! pero resulta que yo oigo aunque no veo y lo que oigo me muestra que somos monstruosos, sin entrañas y Haití un lugar más al que añadir horrores y pecados exógenos y endógenos.
En nuestro paraíso hay cafés, tiendas de moda, restaurantes, comodidad y buen gusto. Haití también tiene café, clima excelente, ricas maderas y jugosos frutos y entre el cielo y el infierno del primer mundo viven los que tienen que pagar su diminuto piso juntando dos sueldos, son los obreros de la escala más baja, con dificultades para llegar a fin de mes, es decir, la mayoría.
Haití que fue país de indios, de esclavos y piratas al que Colón llamó La Española hoy con enfermedades y huracanes es ahora llamado el cuarto mundo, antes era el tercero pero ha surgido uno nuevo con el que no contábamos, son los que andan por la calle con zapatos y pantalones rotos, ¡qué ironía! hace pocos años se puso de moda pagar un buen precio por unos pantalones vaqueros cuando mi abuelo exclamaba horrorizado que se vendían pantalones desgastados sin haberlos usado, con marcados agujeros en rodillas y muslos y yo le explicaba que habian sido lavados a la piedra, mi padre entraba en la conversación diciendo que era para abrir boca de lo que nos esperaba.
Hoy es un deber no mencionar esas lamentables decisiones, fruto de la estupidez humana que se han llevado a cabo estos días y dedicar unas líneas para los que acogieron, consolaron y enjugaron lágrimas, para esos hombres y mujeres, ellos desde su fuerza, ellas desde su ternura, todos sin trayectoria conocida que han salvado vidas, trabajando entre los escombros o desde un quirófano, sin premios, medallas ni reconocimientos pues supieron bajar del palacio y subir a la cabaña hoy que hemos entrado en catástrofe aunque no nos sacuda ningún seísmo porque todos somos o pronto seremos Bogotá, Calcuta o Haití.
Hoy es un deber no mencionar esas lamentables decisiones, fruto de la estupidez humana que se han llevado a cabo estos días y dedicar unas líneas para los que acogieron, consolaron y enjugaron lágrimas, para esos hombres y mujeres, ellos desde su fuerza, ellas desde su ternura, todos sin trayectoria conocida que han salvado vidas, trabajando entre los escombros o desde un quirófano, sin premios, medallas ni reconocimientos pues supieron bajar del palacio y subir a la cabaña hoy que hemos entrado en catástrofe aunque no nos sacuda ningún seísmo porque todos somos o pronto seremos Bogotá, Calcuta o Haití.
En manos de los gobiernos esetá el cambiar todo ésto pero no les conviene. Es más fácil manejar a unas pobres gentes sin ninguna esperanza de evolución que a una cultura más avanzada.
ResponderEliminarGracias por compartir.
Un beso
Amiga mía, hoy te ha tocado llorar con mis ojos, mañana espero reír con tu risa, a veces siento mucha rabia y tengo que desahogarme.
ResponderEliminarHa quedado constancia de que bajo el manto de la pobreza hasta los blancos somos negros.
Buenas noches y buenos sueños.
Mejor no verlo, pero si enterarnos... el sufrimiento es común en todo ser humano de bien.
ResponderEliminarUn abrazo.