EL HOGAR DE DANILO. LA OTRA CIUDAD DE LA ALEGRÍA.
Hoy quiero de conozcáis un Hogar en el que conviven discapacitados físicos y psíquicos, todos ellos procedentes de ambientes diferentes y a pesar de que pudiera considerarse fuente de problemas de conducta os aseguro que la situación no es de grandes conflictos. Allí tienen calidad de vida y satisfacción de las necesidades básicas porque se trata de un hogar que proporciona un entorno familiar y social en el que vivir, demostrando día a día que en situaciones muy desfavorecidas, se puede progresar por encima de lo esperado, para eso sólo hace falta observar sus sonrisas. En épocas pasadas, a estas personas se les consideraba difícilmente irrecuperables y se les daba un tratamiento separado, ahora se sabe que son educables aunque con ciertas limitaciones y se utiliza un modelo integrador.
Pero de quienes les hablo no viven en la sociedad del bienestar sino en otra que los trata como “no ciudadanos” y les ofrece pocos modelos adaptados, las barreras arquitectónicas son todas las inimaginables, la realidad es injusta y se da escasez de recursos. Algunos pueden aprender a ser, desempeñar un trabajo, saber comportarse y convivir; sin embargo, en los peores casos, hay dificultad de aprendizaje que impide tomar decisiones o resolver problemas y han de ser totalmente asistidos.
Cuando se habla de discapacitados hay que pensar que en el plano laboral son los primeros en ser despedidos en épocas de desempleo y los últimos en ser contratados. El trabajo es una forma de conseguir salud social aunque ese trabajo productivo sea con un rendimiento inferior, con otro tipo de jornada y remuneración.
Hoy quiero de conozcáis un Hogar en el que conviven discapacitados físicos y psíquicos, todos ellos procedentes de ambientes diferentes y a pesar de que pudiera considerarse fuente de problemas de conducta os aseguro que la situación no es de grandes conflictos. Allí tienen calidad de vida y satisfacción de las necesidades básicas porque se trata de un hogar que proporciona un entorno familiar y social en el que vivir, demostrando día a día que en situaciones muy desfavorecidas, se puede progresar por encima de lo esperado, para eso sólo hace falta observar sus sonrisas. En épocas pasadas, a estas personas se les consideraba difícilmente irrecuperables y se les daba un tratamiento separado, ahora se sabe que son educables aunque con ciertas limitaciones y se utiliza un modelo integrador.
Pero de quienes les hablo no viven en la sociedad del bienestar sino en otra que los trata como “no ciudadanos” y les ofrece pocos modelos adaptados, las barreras arquitectónicas son todas las inimaginables, la realidad es injusta y se da escasez de recursos. Algunos pueden aprender a ser, desempeñar un trabajo, saber comportarse y convivir; sin embargo, en los peores casos, hay dificultad de aprendizaje que impide tomar decisiones o resolver problemas y han de ser totalmente asistidos.
Cuando se habla de discapacitados hay que pensar que en el plano laboral son los primeros en ser despedidos en épocas de desempleo y los últimos en ser contratados. El trabajo es una forma de conseguir salud social aunque ese trabajo productivo sea con un rendimiento inferior, con otro tipo de jornada y remuneración.
En este Hogar hay casi tantos internos como voluntarios, especialmente en verano. En la primera foto, el de más edad, nos preparaba el café cada vez que le visitábamos, con toda su incapacidad en cuanto a movimientos y a pesar de la poca destreza manual aparente nos sorprendía al poner las tazas sobre la mesa y la cafetera con el café que él mismo cargaba y servía humeante sin derramar una sola gota. Mientras, algunos chicos jugaban al ajedrez, otros a las cartas, unos cuantos seguían con interés en el comedor las noticias del día, varios comían en la cocina en sus cuencos añadiendo abundante salsa Ketchup, una anciana escuchaba desde su cama, la primera de las mini series que acostumbra a ver cada tarde, los que faltaban estaban en su habitación y algunos voluntarios acercaban al resto a las jaulas de pájaros empujando sus sillas de ruedas ya que lo más habitual en la casa son los andadores.
Quiero mantener el anonimato de este lugar porque a su director así le gustaría, por qué no decir que es italiano, joven, que a veces está muy cansado y que un buen día abandonó su vida confortable y construyó una casa para recoger y acoger a los que vivían fuera de ella y por qué no decir que este héroe anónimo se llama Danilo Gotti.
Es una vivienda con una gran familia, hay corral, jardín, luz por todas partes, es la otra ciudad de la alegría, así me gusta llamarla; los que moran en ella a veces te sujetan con fuerza poniéndote en un apuro y en ocasiones te besan dejándote mojada la cara; son muchas las veces en que te cogen de la mano, se la llevan a su corazón y sin palabras entiendes a los mudos y sabes que con esa mano en el corazón, hasta los sordos podrán escuchar tus palabras no pronunciadas. Son seres humanos, víctimas de la naturaleza y el medio, un entorno que contribuyó de manera poco favorable y una biología que también hizo lo suyo; están literalmente en la calle, sin familia o abandonados por ellas y allí son queridos y protegidos; acercarte a este sitio a cualquier hora del día es recibir la recompensa en una sonrisa mellada, es sorprenderte cuando la ciega reconozca tu voz y el manco quiera darte un abrazo con el brazo que le falta.
Los quiero y los llevo en mi recuerdo.
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