Con la entrada de hoy coloco este texto que se encuentra en el asiento de un banco de piedra del Parque de Macanaz de Zaragoza, a orillas del río Ebro. Antes de tomar la fotografía pensé en la frase original: “el sueño de la razón produce monstruos” y examiné la visión más negativa del ser humano pensando que quienes quitan la vida a otros son los hijos de una sociedad desequilibrada y al borde del abismo.
“NI REPETIR EL PASADO NOS SALVA, NI OLVIDARLO NOS AYUDA”
Hoy se conmemora un aniversario más del asesinato de Oscar Romero, ocurrido en el año 80. Años más tarde serían asesinados Ellacuría y otros compañeros suyos, a quienes he admirado por su infatigable labor. Como es habitual en esa fecha, en todo el mundo se recuerda aquel histórico lunes que marcó la vida de todos los salvadoreños. La vida universitaria quedó interrumpida cuando por megafonía se anunció la noticia; después del silencio hubo pánico e histeria colectiva, las calles quedaron vacías, solo se oían el ruido de las bombas por la cólera de un vil atentado en un pueblo sometido a la represión de una dictadura. Continuamente le tocaba enfrentarse a los retenes militares que sin ninguna consideración lo detenían y lo sometían a interrogatorios.
Ante él desfilaron miles de personas que querían mirarlo por última vez y se pudo observar a la gente de los estratos más humildes, campesinos y obreros. Hubo tiroteos, quema de vehículos, explosiones, personas que murieron aplastadas mientras otras con temor abandonaron los funerales. No se podía creer cómo grupos extremistas de la derecha, políticos y adinerados celebraban este asesinato con fiestas donde abundó el licor fino y la buena comida, mientras los pobres hacían vigilias y depositaban una lágrima sobre el féretro.
“NI REPETIR EL PASADO NOS SALVA, NI OLVIDARLO NOS AYUDA”
Hoy se conmemora un aniversario más del asesinato de Oscar Romero, ocurrido en el año 80. Años más tarde serían asesinados Ellacuría y otros compañeros suyos, a quienes he admirado por su infatigable labor. Como es habitual en esa fecha, en todo el mundo se recuerda aquel histórico lunes que marcó la vida de todos los salvadoreños. La vida universitaria quedó interrumpida cuando por megafonía se anunció la noticia; después del silencio hubo pánico e histeria colectiva, las calles quedaron vacías, solo se oían el ruido de las bombas por la cólera de un vil atentado en un pueblo sometido a la represión de una dictadura. Continuamente le tocaba enfrentarse a los retenes militares que sin ninguna consideración lo detenían y lo sometían a interrogatorios.
Ante él desfilaron miles de personas que querían mirarlo por última vez y se pudo observar a la gente de los estratos más humildes, campesinos y obreros. Hubo tiroteos, quema de vehículos, explosiones, personas que murieron aplastadas mientras otras con temor abandonaron los funerales. No se podía creer cómo grupos extremistas de la derecha, políticos y adinerados celebraban este asesinato con fiestas donde abundó el licor fino y la buena comida, mientras los pobres hacían vigilias y depositaban una lágrima sobre el féretro.
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