Repite: El mundo está en paz y yo también

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jueves, 29 de enero de 2009

UN HOGAR DE ACOGIDA EN COSTA RICA

Estamos dando vueltas a este bombardeo de sensaciones que queremos compartir con aquellos que lean este testimonio.
Cuando hablaban del voluntariado de la siguiente manera: “Aficionados abstenerse. Se necesitan cualidades humanas más que normales”, no nos quedaba claro que la buena voluntad fuera suficiente, ya que comprendíamos que marchar a otro país no es ir a ver qué pasa.
Se dice que el voluntario ejerce un ministerio “de frontera”, un abandonar la posición sedentaria, dispuesto a dar sin pasar factura y a permanecer en constante éxodo afectivo; vive una unión a un espacio determinado con personas desconocidas. Cierto es que cualquiera sirve para ayudar a un niño a ponerse el pijama, insistir en que se lave los dientes, rezar con él una oración, arroparlo, darle las buenas noches; en definitiva, se trata de ofrecer cariño y compañía.
La conciencia ha de rebelarse y uno ha de hacer lo que pueda con quien encuentra en su camino. Nada de lo que ocurre al otro lado del mundo nos puede ser ajeno y las experiencias del voluntariado inevitablemente dejan su marca.
Al llegar a Barranca éramos conscientes de que no habíamos ido allí para instalarnos ni para integrarnos porque nuestra llegada ya proclamaba que nos íbamos a marchar.
Una de las mejores impresiones que nos hemos llevado es la de haber podido compartir tan íntimamente nuestro día a día con las Hermanas, sus confidencias y su sinceridad, conocer de primera mano su vida y su trabajo que no es sino de largo recorrido, como una carrera de fondo. Nos hablaron de sus experiencias como enfermeras o como educadoras, muchas veces en momentos duros. Hemos sido testigos de su hospitalidad, nos han ofrecido cuanto tenían y nos han hecho partícipes de sus acontecimientos alegres y tristes. Y valió la pena porque dicen que extranjero es aquel que está fuera de su tierra y no nos hemos sentido en ningún momento en tierra extraña.
Las incomodidades suelen soportarse bien cuando hay ilusión, no importa que la vida cotidiana comience muy temprano o que en Occidente tengamos agua caliente y una gran cantidad de utensilios que allí ni se sueñan; ellos cantan una canción en la que dicen no envidiar los goces de Europa.
La primera parada fue en la Casa Provincial, en Llorente de Tibás y la residencia Geriátrica Juan Bonal. Desde allí nos dirigimos a nuestro destino, el Hogar Montserrat, en Barranca. A nuestra llegada al Hogar había 22 niños. Las edades de los niños varían de 6 a 15 años, pero todos tienen características comunes: conducta antisocial, negativismo, hiperactividad, rendimiento académico bajo y capacidad afectiva limitada, estando estos problemas más afianzados en los mayores y siendo problemáticos tanto en el Hogar como en la Escuela. Hay niños que no entienden dónde están los limites, son difíciles de contener. En el fondo también hay bondad en ellos, en esa ambivalencia de todo ser humano: “abran mi carta cuando estén en el avión”, “gracias por curarme la herida” “hay que comprar bananos para los españoles”; algún chiquitín nos llama “mi amor”, te cuentan chistes que te hacen reír, te regalan canicas porque no tienen otra cosa material que ofrecerte, te cogen del árbol cada mañana las toronjas para el desayuno.
Asisten a distintos colegios: los más pequeños al Kinder o guardería, en el Barrio de la Chacarita, el resto distribuidos entre el Centro Educativo “La Guaria”, cuyo lema es: “Todos al estudio por un mañana mejor” y el Centro Educativo Católico “Ntra. Sra. De Sión”. Jugar al veo-veo, al escondite o a la comba, iniciar un taller de máscaras, dibujar, escribir cartas a los padrinos o averiguar adivinanzas o ejercicios matemáticos ya es todo un logro.
Las Hermanas se enfrentan al trabajo diario, muchas veces complicado, administrando el dinero, cosiendo, comprando ropa cuando hace falta, estando pendientes de los medicamentos de los chicos, acompañándoles al consultorio para hacerles unos análisis y poder comprobar su estado de salud. Hemos venido más preocupados por la situación dejada que satisfechos de los logros conseguidos. El psicólogo ha iniciado recientemente su labor evaluando la situación de cada niño y su comportamiento.
Los muchachos llegan al Hogar desde los distintos cantones, referidos por un Patronato Nacional, el PANI, institución que protege a la infancia en este país. Las causas de su ingreso allí son variadas: problemas de sus padres con el alcoholismo, las disputas familiares, abusos, situaciones de pobreza extrema, etc.
Hemos observado de manera directa muchas situaciones difíciles: destrozan los juguetes, se pelean, humillan a los compañeros, insultan a las Hermanas, cometen hurtos en la tienda del pueblo y otras acciones encubiertas.
Con los chicos hemos compartido su día a día, acompañándoles a la escuela, jugando con ellos en su tiempo libre, compartiendo su cena y sus preocupaciones, intentando aconsejarles para obtener un cambio de actitud y una mejor convivencia... aunque no estaban muy receptivos. Les acompañamos en sus entrenamientos de fútbol, en los partidos de la escuela de fútbol a la que pertenecen.
Aprovechando la celebración del cincuentenario visitamos las instalaciones del Colegio Santa Ana en Liberia, (Guanacaste), donde se imparte educación a 800 alumnos desde preparatoria hasta secundaria; nos causó sorpresa ver sus amplios espacios y las buenas zonas de recreo.
Durante la subida al volcán Irazú vimos el sanatorio “Carlos Durán”, destino de las primeras Hermanas en el año 1935 y que funcionó 38 años con enfermos tuberculosos. Nos hablaron de las demás comunidades: se trabaja con ancianos, en Guadalupe, hay un colegio, El Pilar en Escazú y otro en Talamanca. Pasamos el fin de semana en S. Isidro del Guarco y pudimos hacer una visita a la patrona de Costa Rica, la Virgen de los Ángeles, a la ciudad de Cartago y al volcán Irazú.
Compartimos un gesto grande de solidaridad por parte de las Hermanas de Santa Ana hacia las Hermanas Misioneras de la Asunción, que dirigen el Hogar Cristiano de Puntarenas, la noche en que se levantó alerta de tsunami tras el sismo que sacudió Perú. Se dijo que el fenómeno podría llegar a las 21,30 horas locales. El "Hogar Montserrat" se abrió de par en par y allí pasaron la noche acompañadas por 50 niñas en su mayoría de corta edad. En menos de dos horas estaban todas instaladas en las camas sobrantes y en colchonetas sobre el suelo que habilitamos en una de las casas vacías. Se preparó arroz y frijoles para el almuerzo de nuestros pequeños huéspedes y todavía quedó tiempo de contar algún cuento para que las niñas pudieran dormir. Afortunadamente la ola de grandes proporciones no llegó, pero el recuerdo de la labor y el servicio prestado aún permanece en nuestro recuerdo, así como la gratitud que ellas mostraron cuando al despedirse nos decían: “Dios les bendiga”.

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