Repite: El mundo está en paz y yo también

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lunes, 11 de mayo de 2015

LA VIVIENDA DE LOS NÓMADAS

Las fotografías son mías y las frases resaltadas en color naranja son de Moussa Ag Assarid

La diversidad cultural existe para que aprendamos unos de otros.






El Hassania es un dialecto del árabe, y es hablado en la región desértica del suroeste del Magreb, en este idioma existe una palabra de gran significado.

La palabra Tuiza significa solidario, colectivo y hace referencia a reunirse, participar y construir algo entre todos.

Tuiza es un día de trabajo colectivo, una expresión de solidaridad entre mujeres, ellas se unen y ayudan a quien necesita coser una nueva jaima si acaba de formar familia, o a repararla y levantarla si el viento la ha destrozado.  A la enferma la aligeran de las labores diarias y a la anciana la colman de cuidados.


Tuiza es fraternidad, ambiente pletórico de energías y bromas.

Esto que estamos viendo es una jaima, un lugar de conversación, de hospitalidad, de familia, que nos lleva a las raíces y la tradición de otros pueblos, con su historia, su pensamiento, su moral y su vocabulario.  Hay una frase muy hermosa que dice: “Entra, hermano.  Mi tienda es tuya”.  En algunas zonas se dice:  “Te has ido de tu casa, has venido a tu casa” y también esa otra que dice: “Siéntete como en tu casa, pero no olvides que estás en la mía”, con lo que el invitado no debe inmiscuirse en los asuntos de la casa de su anfitrión.  Esa forma de acoger conlleva momentos vacíos de preocupaciones que Dios ha creado para que las almas se encuentren, instantes que proporcionan un respiro, en el que calmar los latidos del corazón, recuperar el aliento y mirar al cielo y su promesa de más allá.

Cuando a finales de 1975, los saharauis tuvieron que abandonar las ciudades para instalarse en el desierto, muchos de ellos lo hicieron con lo que llevaban puesto.  No tenían nada con lo que montar refugios para guarecerse en el exilio.  Las mujeres recurrieron entonces a sus vestidos, atándolos a los árboles, con ellos levantaron la primera vivienda en tierra ajena.  En este espacio se recibe al que llega, se le ofrece el té y en él se vive la cultura del desierto en sus aspectos más íntimos, como el de la tradición oral, la música, el humor, la poesía, la vida misma dentro de un campamento, porque la jaima es como una tienda de campaña o casa portátil, que está destinada para albergar a una o más personas, no hay intimidad, todos duermen, unos junto a otros, la gente se arracima y no se echa de menos la falta de espacio, sirve para resguardarse de la tormenta, cuando tiembla la naturaleza y el aire se estremece y en ella se encuentra el aprendizaje de la ternura.




Las jaimas pueden pertenecer a la misma familia o comunidad, representa la vivienda de los antepasados, el mantenerse juntos hasta en la adversidad, puede que un día un pozo se seque y unas cabras esqueléticas no den leche, pero siempre habrá una jaima junto a la hoguera de leños, y un rato de conversación, pues todas las personas, aun siendo diferentes, tenemos en común la palabra y en el desierto, la palabra se respeta, porque compromete y tiene valor.

"Yo en mi campamento estaba rodeado por mis tías y primas, todas ellas vestidas con amplios ropajes y hasta tocadas sus cabezas por un velo.  Todas las mujeres con su sencillez de vida, el arroz, el ganado, la oración y el gran desierto.  Siempre felices de ponerse guapas para una fiesta o para sus maridos.  Hacían resaltar sus ojos con khol, peinaban sus largos cabellos con un peinecito y se colocaban el velo, sea cual sea su nivel de pobreza, su nacionalidad o su tradición”.

“Nunca seremos auténticos exiliados si sabemos encontrar lugares que nos hablen de nuestras raíces”.  “Se vive siempre solo, con la fuerza de uno como único sostén”.

“ La hora del té es la hora más hermosa y tiene un inmenso valor.  El agua se pone a hervir y el té se va convirtiendo lentamente en infusión.  Siempre, a pesar del cansancio, las tormentas, el calor del día o la frialdad de la noche, sacamos tiempo para hacer té y beberlo juntos.  Es uno de los momentos más sagrados, de auténtica paz.  La hora más hermosa es a la caída de la noche.  Cada uno cuenta cómo le fue el día”.

Bajo estas tiendas o carpas vivieron los hebreos en el desierto, durante cuarenta años y los árabes tomaron de ellos esta costumbre, en las fotos podemos ver que es la tela atirantada con cuerda y nudos y no el pelo de camello, el esparto o el palmito el material usado para su confección y montaje.  Las mujeres rigen la vida bajo la jaima, pueden recibir a quien quieran y negar y ofrecer lo que quieran, en ella se enseña a los niños a crecer y  a saber vivir tanto los buenos momentos como los malos, las familias hacen su vida común, comen, duermen y pasan su tiempo libre, y en mayor medida es ocupada permanentemente por la madre y los hijos.  Y aunque en el desierto no existe la certeza de comer al día siguiente, nada impide compartir la comida con un viajero desconocido.






 En las jaimas también hombres, mujeres y niños se refugian del rij, ese viento del desierto, que a veces como tornado, suele sacudir.  El interior es un confortable recinto, como una invitación, concebido al diálogo con todos y una oportunidad de escuchar historias y teorías que no están escritas en ningún sitio.  Para estos pueblos, la vejez es bella, porque es la historia de la vida de los hombres, origen de sabiduría, por eso la palabra viejo es casi sagrada. Entre los relatos encontraremos alusiones a la tierra, porque los hombres que viven de ella no cuentan las horas, aprenden con paciencia y cuando algo no funciona, se pasan toda la noche delante del fuego para hablar de ello o se va a la jaima de al lado a buscar a alguna persona a la que confiarse.

“Hay que estar por entero en la naturaleza de la que se procede.  Si supieseis lo maravillosa que es una flor que despliega sus pétalos para alguien que se ha pasado la vida buscando una brizna de hierba”.

“En el desierto no hay muchas opciones, comemos arroz y mijo y bebemos agua, cuando tenemos hambre y sed y no a horas específicas.  Es el cuerpo el que decide”

“Pensaba en aquellos años de grandes sequías, volvía a ver el ganado muriéndose de hambre, los campamentos poniéndose en marcha para buscar nuevos pastos, tan a menudo abrasados por el sol”.

Me alegra saber que todavía quedan pueblos cuya vida se mueve por motivos humanos, tan ajenos a nuestro mundo feroz, por ejemplo, cuando se ha vivido la inquietud que genera el hambre, las sobras occidentales hieren profundamente.

Estas telas reflejan muchas cosas: hay manos, juegos infantiles, corazones, brazos en alto y esa es la forma elegida para hablar, el motivo reivindicativo a través de un dibujo que nos lleva al respeto a los ancianos, al cariño por los hijos y al amor por los semejantes y yo añadiría uno más, el derecho a la libertad.

  


Mi intención con esta entrada es que sirva para explicar su uso y contexto y olvidarnos de que no existe atraso cultural sino culturas que sin haber desaparecido, son criticadas, tergiversadas, malinterpretadas, sin que hayamos compartido experiencias con su gente y la cultura oriunda, por eso conviene hablar sin prejuicios, errores y fantasías pues sabemos que en un momento determinado la cultura europea se desligó de Oriente y ésta última quedó como un ser subterráneo.

“En el desierto, desde nuestra más tierna infancia aprendemos a escuchar las sombras.  Podemos ver en la noche porque ésta no es sino una de las caras de la luz, todos somos capaces de ello, basta con escuchar nuestros sentidos”.

“Para los nómadas, cada gesto es esencial.  No tenemos derecho a estar distraídos.  Una torpeza puede hacer que se derrame el agua de un cántaro, y eso, en pleno desierto, es grave.  Una falta de atención puede acarrear resultados fatales”.


“No cultivamos el olvido sino la memoria.  Somos una sociedad de tradición oral, por lo que, si la olvidamos, nuestro pasado se borra.  El olvido es una pequeña muerte”.





La jaima no es un modo de vida primitivo, es el hogar tradicional de los nómadas del desierto, el hábitat del refugio, la simplicidad más absoluta, el único cobijo.  Mediadora entre lo individual y colectivo, es la casa, por eso es el espíritu quien debe cuidar lo que sucede en ella.  Hay sociedades que existen en un estado frágil, en desplazamiento o en las que los derechos humanos están bajo amenaza.


“Las fiestas son instantes para compartir.  En esos momentos en que se adivinan las historias de amor, nos olvidamos de la sequía y del ganado enfermo para ser, sencillamente, felices.  Las mujeres tocan el tendé mientras chillan y cantan.  Los hombres montan sus camellos y hacen carreras al ritmo de los tambores.  Todos vestimos nuestros ropajes más hermosos para hacer honor a la tienda que nos acoge”.





En la primera fotografía podemos ver el techo, de construcción textil, formado por benias, un tejido acrílico fino, y muy resistente y siempre decorado con motivos geométricos multicolores y como cierre lateral de los espacios, lo que sustituye a las pareces, podemos ver las melfhas, vestimentas originales de la mujer del Sáhara.  Las propias mujeres de los campamentos diseñan y tiñen las telas, en este caso ha sido en  Bojador.  El resultado, como podemos ver en estas fotos, es una gran pintura traslúcida, acompañada de alfombras de rezo, moquetas de colores cálidos, cojines y asientos forrados de brocado, que en su conjunto crean un espacio de descanso y reunión.

“Según la tradición nos preocupamos antes que nada de nuestra familia, desde ella ampliamos nuestro campo para alcanzar los rincones más alejados.  Si no sabemos cómo ayudar a nuestros más próximos, no aprenderemos nunca a hacer nada por los demás”.

“Todos los años vuelvo al campamento de mi padre, donde una vocecilla no cesa de preguntarme cómo es posible que, en el mismo planeta, haya vidas tan opuestas.  Los ojos de mi padre me responden que la sabiduría se alimenta de los extremos”.


“En el desierto, no enseñamos las formas del cuerpo, sino su elegancia, gracias a la suavidad y amplitud de las telas.  De lo que se trata en primer lugar es de la prestancia.  El empaque de las mujeres se enriquece con el movimiento y la caída de los tejidos.  Un cuerpo vestido obtiene una especial aura que atrae tanto al alma como a la vista”.


jueves, 7 de mayo de 2015

ENTOMOFAGIA ¿MODA O SOLUCIÓN AL HAMBRE?

No son auténticos pero casi lo parecen.  Los he utilizado para realizar un trabajo sobre este tema.


Hoy probablemente a la mayoría nos resulte desagradable el tema, ya que vengo a tratar de la entomofagia, un término que hasta hace poco yo misma desconocía.  Es la costumbre en la dieta diaria, de comer insectos, sin engaño, de manera voluntaria, y en los países desarrollados, tal como se hace con los caracoles, las angulas, las ancas de rana, los camarones, las ostras, o las huevas del esturión, algunos de ellos, bastante escasos, muy demandados y de precio elevado.  Seguro que alguien dirá que no admite comparación pero se equivocan, no queda claro lo que es agradable o no al paladar porque el gusto no es para todos igual, queremos llegar al fondo de la cuestión y averiguar por qué unas especies han sido comestibles y otras dan tanta repugnancia con sólo pensar en llevarlas a la boca, ya que asociar comida con algo asqueroso no tiene buena combinación, primero porque nuestro entorno cultural no los admite, en Occidente los llamamos bichos y los incluimos dentro de las culturas exóticas pero que algunos pueblos los prefieran como alimento no es un capricho, no debemos olvidar que su precio es la mitad que la carne de res, luego estamos hablando de un alimento económico y fácil de conseguir, 2000 millones de personas los comen y los otros 5000 millones no quieren ni oír hablar de ello.  Nuestra mente no permite que relacionemos el gran parecido que tienen algunos insectos con los mariscos que consumimos.

Comestible es aquello que no mata ni es nocivo.


En la Biblia aparecen alimentos que se podían comer y alimentos prohibidos, como los insectos, más tarde todos los alimentos fueron admitidos en la dieta de los pueblos, libres de comer cualquier cosa que desearan.  
En el Antiguo Testamento, en el Levítico, nos encontramos con lo siguiente: "...podéis comer todas las criaturas con alas que se arrastran sobre cuatro patas y además tienen dos para saltar por la tierra...".  Aristóteles también hablaba del sabor de las cigarras.

Portada del libro  "Bueno para comer"  de Marvin Harris.


Este libro nos habla de los alimentos que son aceptados y de los que resultan repugnantes, y por qué hay culturas que los detesta, tampoco nos habla únicamente de la fisiología de la digestión sino de las tradiciones de cada pueblo y su cultura alimentaria.  M. Harris en su libro, nos muestra la relación de costes y beneficios en los alimentos preferidos y en los evitados.  Ahora mismo estoy recordando a un amigo misionero con más de cuarenta años en África y lo que tuvo que probar no vale para cualquiera, pero entre estas páginas encontraremos el por qué de la elección, muchas veces basada en la nutrición, la ecología o el mero coste.

Somos omnívoros pero en realidad es fácil comprobar que no comemos de todo.

Comer potro o carne de caballo es un tabú alimenticio en Norteamérica, sin embargo, en Europa se recomienda esta carne a las personas de débil salud y convalecientes.  En los países mediterráneos se consumen caracoles, lo que para la Europa del Este es motivo de repulsa. Otros tabúes son la vaca en La India y el cerdo en Oriente Medio, en ambos casos bajo principios religiosos.
Cuántos de nosotros hemos tomado jalea real, esa masa viscosa, de color amarillento y sabor ácido, yo misma la tomo directamente de la colmena olvidando que se trata de una sustancia segregada por las glándulas hipofaríngeas de la cabeza de las abejas obreras jóvenes, que mezclada con secreciones estomacales sirve de alimento a todas las larvas durante los primeros tres días de vida.


Es dieta comestible lo que cada cultura enseña que debemos comer y no comer o aquello que la sociedad "produce" como alimento.


Asiáticos, africanos e indígenas amerindios no desprecian a estos insectos que sí han sido rechazados por la alta cocina e incluso se les come vivos.  Y no se come por superstición ni por falta de recursos, las investigaciones actuales aseguran que tienen propiedades analgésicas, lo cual no significa que todo el mundo desee probarlos.  Se acompañan de salsas como el guacamole o el curry y para otros muchos es un bocado exquisito, un manjar que nos regala la naturaleza, un agasajo culinario que se encuentra, tanto en los restaurantes modernos como en los puestos callejeros.

La alimentación se desarrolla en la mente de las personas.  

Independientemente de que unos pican, algunos muerden, otros transmiten enfermedades o causan plagas, el caso es que son despreciados, queremos que mueran de inmediato y nos parecen sucios y peligrosos.  En algunos lugares existen granjas para la crianza de todos ellos y hasta pueden convertirse en un plato caro.  Nuestros más lejanos antepasados los comían, ya que todos los grupos necesitan obtener alimento para cubrir sus necesidades, y hoy en día se siguen comiendo, por ejemplo, las langostas, las cuales al alimentarse de maíz y cacahuete, no son malas sino con muchas propiedades pero al saber en algunos países la aversión que sentimos por esos insectos, no suelen mencionarlos como comestibles para no ser prejuzgados.  Por eso llegamos a la conclusión de que hay un tabú cultural y costumbre social que nos acerca a unos alimentos por considerarlos buenos, probablemente todo está en nuestro cerebro, él nos hace rechazar alimentos considerados malos.  Lo mismo ocurre con los saltamontes, grillos, moscas, cucarachas, cigarras, orugas, abejas, escarabajos, avispas, termitas o gusanos de seda, algunas larvas son comparadas con la carne de pollo pero con sabor a marisco, y pueden cocinarse, sazonarse, tostarse o simplemente cocerlos al vapor.  Con sal y limón, vivos o muertos, en pastelillos o en tortilla, hablamos de un bocado delicado para algunos, rico en proteínas de alto valor e importantes para los habitantes de algunas zonas del mundo.  Y habrá que considerarlos para el futuro, si esta humanidad sigue creciendo, la desnutrición ya no será un gran problema si los insectos pueden ayudar a combatirla, otra posibilidad a la hora no sólo de comer sino de sobrevivir, lo sabe bien la FAO aunque como consumidores, si la necesidad no apura, seguiremos aprensivos.

domingo, 3 de mayo de 2015

EL TIEMPO COMO MONEDA

Pájaros comiendo migas de pan.  
Esta foto la hice paseando por el parque,  fue un encuentro casual y una lástima que mi presencia, bastante lejana, ahuyentara de esta anciana, los pájaros que hasta ese momento llevaban sus manos.  Creo que la imagen, aun siendo deficiente en calidad, puede servir para ilustrar el tema del que hoy vamos a hablar.


Hoy hablaremos de los bancos de tiempo o lo que es lo mismo, de un mercado alternativo en el que existen  un trueque solidario y unas relaciones más humanas.  Es otro planteamiento y me parece un sistema bien pensado, casi una revolución. No desconocemos que en estos tiempos, todo se mide en dinero, de modo que vamos a abandonar la idea de poner precio a las cosas y veremos que la calidad del servicio y las relaciones no desmerecen por eso, y si cuesta creerlo, es porque nunca ha habido nada gratis.
Si les dijera que voy a dedicarme a cuidar a alguien pero sin moneda de cambio, pensarían que estoy hablando de un trabajo voluntario y gratuito, pero no, estoy hablando de pedir y dar a un tiempo, sin que haya una transacción económica. Estos bancos están en muchas ciudades y en Zaragoza también, en España hay casi trescientos, ellos canalizan el intercambio de favores y la moneda usada por los ciudadanos es el tiempo, tal vez desconocemos que existen, por eso sería bueno saber a qué se dedican y cómo se organizan.
Quedé muy sorprendida cuando supe la cantidad de conocimientos y habilidades que se pueden intercambiar, las hay de todo tipo y sólo es necesario que quien los ofrece y quien los recibe se pongan de acuerdo, de modo que basta con que ambas partes se entiendan, eso sí, funcionan online, en barrios o zonas concretas y no reciben subvenciones de instituciones públicas ni privadas.
Cada uno tendrá su cuenta en el banco de tiempo, en ella no se adeudan ni acumulan euros sino horas, las horas que yo dedique a los demás y las que los demás me dediquen a mi, a esto se llama ayudar, aportar lo que se sabe hacer y recibir cuando se necesita.
Yo coso tu ropa si tú no sabes hacerlo y tú a cambio me das conversación en italiano.  Yo te arreglo un grifo y tú me echas una mano con el ordenador,  yo te ofrezco asesoramiento legal y tú me haces de canguro o me enseñas a bailar, yo te elaboro una tarta de cumpleaños y tú me peinas y maquillas, yo te enseño a redactar un currículum y tú me ayudas con la mudanza, las posibilidades son infinitas, tantas como necesidades.
Jubilados que tienen tiempo libre para ofrecerse, mujeres jóvenes que necesitan ayuda para conciliar su vida familiar, al final, ventajas para todos.
Esta manera de tejer una red social más sólida, en la que los vecinos se conocen y se apoyan mutuamente, genera una riqueza social y no económica.
Si hubiera acciones irregulares el Banco del Tiempo podrá sancionar a los usuarios y obligarles a devolver el crédito obtenido e incluso podría expulsarlos del sistema.
Al informarme sobre cómo funcionan, nos vienen a decir que en el mundo laboral, el tiempo de unas personas vale más que el de otras, pero en el banco de tiempo, vale para todos exactamente lo mismo, esto rompe jerarquías y lleva a muchas personas a descubrir el valor de sus propios recursos, existe una entrevista previa en la que te orientan sobre los servicios que puedes prestar, en ella se puede descubrir que todos tenemos más que ofrecer de lo que pensábamos en un principio.
No quiero extenderme más, quien desee buscar alguno cerca de su lugar de residencia puede consultar en la siguiente dirección:

 http://adbdt.org/